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"No conozco ningún montador que se haya metido en este oficio para ser famoso"

Entrevista a José Manuel Jiménez, montador de cine, documentales y publicidad

Garbiñe PÉREZ y Manuela URRUTIA 
3 NOV de 2021

 

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José Manuel Jiménez, montador audiovisual
 

José Manuel Jiménez es montador de cine, publicidad y cortometrajes, de cintas
cómo «Gernika» (2016) de Koldo Serra, «Buñuel en el laberinto de las tortugas» (2018)
de Salvador Simó y «Un mundo normal» de Achero Mañas. Títulos por los que ha
estado tres veces nominado a los Premios Asecan del Cine Andaluz. 
El Granadino ofrece una entrevista en la que nos habla de su experiencia
como montador y las diferentes caras de esta profesión.


¿Cómo describe su montaje?

El montaje es un trabajo tremendamente esquizofrénico porque tiene dos grandes vertientes. Una técnica, donde tienes que conocer uno o varios softwares y controlar cosas como formatos, codex, etc. Y por otro lado, está la vertiente narrativa, donde lo importante es contar la historia, apelar a las emociones y guiar al espectador durante todo el proceso de ver una película, serie o documental. Cuando empecé estaba muy preocupado por esa fase técnica y, con la experiencia y los años, te despreocupas de eso y empieza lo más divertido y difícil, que es contar las historias. 

¿Qué características debe cumplir un buen montador? 

Es imprescindible ser organizado, tener un gusto casi obsesivo por el detalle y desarrollar un criterio y un buen ojo ante el material. Saber pasar muchas horas sentado en una misma habitación también es indispensable, ya que son oficios muy sedentarios que requieren una gigantesca capacidad de concentración durante muchas horas. Un montador debe ser muy empático, no solo con el material, sino también con la gente que ha creado esas imágenes que va a editar. En una producción hay mil batallas, todas confluyen en la sala de montaje y el montador debe ser empático con ello y tener importantes dotes psicológicas. Debe entender todas las partes implicadas que han precedido a la fase de montaje, saber lidiar con ellas y saber qué lugar ocupa en el proceso. 

Antiguamente se hablaba del editor y el montador como dos profesiones distintas, ¿Cuál es la diferencia principal entre un editor y un montador? 

Hace años existía una connotación clasista entre las dos palabras. Se hablaba del editor de televisión y del montador de cine, pero eso ha desaparecido. Se suponía que el editor era la persona que se dedicaba solo a la parte técnica, el que usaba únicamente la máquina y tenía a un realizador que le decía qué planos usar y donde hacer  los cortes. El montador, por otro lado, era la figura que tenía la función narrativa por delante. Yo por costumbre me declaro más como montador, pero creo que son dos palabras similares. 

¿Cree que se les da la atención que merecen a los montadores y a la profesión?

No, también es cierto que no conozco ningún montador que se haya metido en este oficio para ser famoso. A nivel de oficio es muy importante que haya una mayor visibilidad de parte de la industria para lograr un mayor reconocimiento. Muchos compañeros de profesión no son del todo conscientes de la capacidad que tenemos para transformar las historias y no lo valoran. 

¿Siempre comienza a montar el proyecto audiovisual desde el principio? ¿Alguna vez le ha resultado más fácil no seguir ese orden?

En la primera fase del montaje yo sigo el orden de rodaje y, salvo en rarísimas excepciones, el orden de rodaje no tiene nada que ver con el de guion. A lo mejor llego un lunes y monto la secuencia 42, la 116 y la 3, da igual. Entonces tienes que entender muy bien el guion, saber en qué momento de la trama estás y entender muy bien a los personajes. Es un proceso que tienes que hacer previo a sentarte en la sala de montaje el primer día. 

¿Qué proyecto recuerda como el que mayor esfuerzo o sufrimiento le ha requerido?

El montaje de «Flor de Mayo», mi primera película como montador fue muy difícil por el salto. Había montado muchos cortometrajes y tenía la falsa ilusión de que montar un largo fuera una versión extendida. Son dos vertientes distintas y montar tu primera película es volver a la casilla de salida. Recuerdo las noches sin dormir por la preocupación de si sería capaz de enfrentarme a eso, recurrentes a día de hoy.

¿Cuál es el mayor problema que se ha encontrado durante el proceso de montaje? 

Me ha pasado pocas veces, pero el mayor problema al que me enfrento como montador es al momento de mostrar la película a producción y que me digan “esta no es la película que queremos”, frase que todos los montadores tememos a lo largo de nuestras carreras. Si ellos ven la película que han financiado y no es la que ellos quieren vender, hay un problema muy serio, porque, a partir de ahí, comienza un proceso de mutación.

¿Considera que esta industria ha cambiado mucho con el tiempo?

A mí me tocó vivir la revolución que hubo en el montaje, el paso del fotoquímico al digital. En la escuela de cine, nuestra práctica final la montábamos en moviola. Una experiencia que yo creo recordaremos toda nuestra vida. Aprendimos de la moviola lo importante que era pensar antes de editar, pero trabajamos digitalmente desde el punto cero. Fue una gran revolución, nos pilló muy jóvenes, veníamos casi digitales en ese sentido, aunque pudimos disfrutar de ambos mundos. 

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